VIAJE A SUDAMÉRICA IV 1 ª EXPERIENCIA CON INDÍGENAS

Ha sido una de las experiencias más intensas que he vivido hasta ahora. Hemos pasado una tarde y una noche com los esse-jas, una etnia antigua de esta zona de la selva tropical.
Ahora conocen la ropa, conocen la radio, tienen equipo de música para bailar, tienen televisión... y han conocido el alcohol.

Es absolutamente desgarrador ver a un pueblo con una historia reciente de convivencia en armonía con la Tierra autodestruirse de una manera tan radical.
Solo un pequeño reducto intenta alejar a su pueblo del alcohol y unirlos entre ellos. Ese reducto está formado por uno de los indígenas, convertido en pastor cristiano, y una chica de 19 anõs a quien le duele ver a su pueblo borracho y sueña (y lo conseguirá) con salir de su pueblo y conocer a un hombre que la trate bien y que no beba alcohol (creo que para ella ambas cosas están relacionadas).

El problema es más serio aún porque lo que toman es alcohol puro (el de la farmacia) diluido en agua en proporción 1 de alcohol por 2 de agua.
Cuando están bebidos se vuelven violentos, y se escuchan muchas discusiones y algún “¿quieres pelear conmigo?”

La historia es que hace solo 8 años que están asentados en ese lugar, y antes vivían en la selva. Un misionero católico norteamericano les regaló 10 hectareas de terreno junto al rio para que se asentaran y vivieran tranquilos. Y también está construyendo una iglesia, para que el pastor instruya a su pueblo. El tipo de religión que ha llegado es de tipo represiva, según me pareció, con alusiones a la ropa de las mujeres y a los actos impuros como la fornicación.

Debo confesar que me sentí muy muy extraño cuando llegamos. En ellos se veia una mezcla de sorpresa y admiración, y casi nada de duda o desconfianza. Nos recibieron bien.

Hablan español y también su idioma, aunque hablando entre ellos en su idioma se cuelan palabras en español, lo que me resultó muy curioso.

Un hombre de 75 años, conocido como “abuelo”, nos comentaba que se vivia igual cuando estaban en la selva, que estaban igual de bien. Nosotros lo dudamos y mucho.

Los niños nos miraban con una mirada pura, de curiosidad y sin miedo. Es muy bonito sentir esa mirada. Pocos de ellos apartan la mirada, contrariamente al común de los Bolivianos.

Es duro ver cómo se autodestruyen, porque la sangre que corre por sus venas está llena aún de los valores antiguos de solidaridad y comunidad. Y el alcohol está acabando con eso. También es interesante preguntarse porqué se dan con tanto ahínco a la bebida. En opinión de Balta, es porque se sienten marginados por el resto de las personas del pais (o al menos de su zona) y eso les lleva a infravalorarse. Es una reflexión que me parece muy acertada, y que se confirmó más tarde, como veremos.
Más duro aún es ver cómo algunos de los miembros de la comunidad ven el problema y no les gusta pero son una minoría muy pequeña. Es normal que estas personas más sensibles quieran salir de su comunidad e incluso de su pais, para conocer otros paises y culturas y tener más oportunidades.

Me impresionó su forma de ser, clara y directa, sin dobles intenciones, sincera. Digamos que no se esconden de si mismos, aunque ahora ha llegado la Iglesia...
Nos contaban que viviendo en la selva no bebían.

Bueno, contaré con detalle la tarde-noche que viví en aquel poblado:

Pasando el río, tomamos una moto-taxi que nos llevó hasta el poblado, a unos 4 o 5 kms.

Cuando llegamos en la moto, (yo llegué primero), los que estaban cerca se agolpaban, unos riendo y otros con caras de extrañeza. Me dió la sensación de que pensaban algo así como “¿pero que novedad es ésta?”

Yo la verdad estaba bastante cortado y no sabía bien qué hacer, y menos qué decir, así que me dediqué a pagar el mototaxi hasta que llegara Balta.
Llegó, se fueron las motos, y nos quedamos allí, frente a frente.

A primera vista parecen amistosos. Balta les comenta que nos gustaría quedarnos un dia o vários con ellos, para convivir y conocerlos.

Hablan entre ellos, dicen que tienen que consultar, alguien dice algo sobre trabajar a cambio.
Um hombre toma la palabra y nos dice que él está ocupado pero que nos llevará a ver al cabeza de la tribu, que nos recibirá. Vamos para allá.

Al pasar contemplamos las cabañas, construidas las paredes con cañas y con palma el techo. Realmente no hace falta más, aqui no hace frío, solo a veces llueve mucho.

El cabeza del pueblo habla muy débil, nos dice que lleva 10 días con fiebre y tos, y que no está en condiciones de ser nuestro anfitrión.
Toma la palabra un muchacho que está en una silla de ruedas, que parece algo más instruido en conocimientos “modernos”, y habla algo mejor el español.
Tiene un cuaderno en el bolsillo de la camisa, puedo leer unos recuadros con palabras que me llaman la atención, como Fornicación, Ira, Deseo o Promiscuidad. Viene a mi mente el catolicismo represivo y la Iglesia, que tanto influyó en mi infancia. Enseguida nos comenta que él es el pastor de la iglesia del pueblo. Balta les habla un poco de nuestras intenciones, de conocer para proteger a los indigenas y a la selva.
Este hombre nos dice que nos puede dejar la iglesia para dormir.

Así que este muchacho nos guía unas cabañas más allá hasta la iglesia, una cabaña un poco mayor, con paredes de tabla a medio terminar, de manera que solo llegan hasta la cintura, así que queda un lugar muy agradable para estar, muy amplio, como un balcón muy grande. Tiene el suelo de cemento (creo que es una de las dos construcciones del poblado que tienen cemento) El tejado es de plancha metálica con palma por encima.

Allí comenzamos a hablar con el muchacho y con el hombre que nos recibió a nuestra llegada, el que estaba ocupado.
Pronto apareció una muchacha con una niña pequeña en sus brazos. Le falta un diente, y sin embargo eso no la afea en absoluto. Es bastante guapa.
Me sorprende su manera de mirar, en particular su manera de mirarme. Directa, franca... aunque aparta la mirada y se ríe, como ruborizada, en un gesto muy natural.
Comenta algo en su idioma con el muchacho de la silla de ruedas y se rien. Me pregunto qué se habrán dicho. Más tarde el muchacho me comenta que yo le gusto a ella, porque soy guapo y porque no bebo y parezco buena persona.
Hablando nos preguntamos las edades, ella tiene 19 años y se llama Marta (N.F=Nombre Ficticio)

Nos preguntan si estamos casados o tenemos pareja. Yo les hablo de mi maravillosa relación anterior, de 6 años, con una chica de españa. Y también hablo de los profundos sentimientos que tengo hacia una chica que he conocido hace poco, aquí en América.

Seguimos hablando y preguntando cosas, cómo vivían antes de asentarse, cómo viven ahora, qué comen (por lo visto comen mucho arroz, parte del cual cultivan ellos mismos) Tienen algunos papayeros y plataneras, y están plantando mangos, gracias a Dios.
Se dedican a trabajar algunos trozos de tierra que tienen sembrados, y a pescar para consumo propio y para vender en el mercado del pueblo los domingos.

Nos preguntan cosas sobre nuestro viaje y sobre España. Son amables con nosotros.

Balta pregunta si podemos hacer un fuego fuera de la iglesia y nos dicen que si. Los niños nos ayudan a coger madera fina, Marta prepara la fogata.
Después me preguntan que cúando vamos a jugar, jeje, primero en su idioma (no entiendo nada) y después me lo traducen.

Les digo que busquen un palo y les enseño los juegos de flexibilidad de los antiguos pastores canarios. Se amontonan, se parten de risa, y luego sacamos unos cocos y una papaya para compartirlos con ellos.

Me impresiona cómo Marta maneja un enorme machete para abrir los cocos, con destreza y habilidad. Luego me impresiona aún más cuando veo con el mismo machete (unos 50 cm de hoja) a una niña de unos 10 años. Levanta el machete sobre su cabeza como si fuera a cortar una cabeza, y lo deja caer con una firmeza y puntería impresionante.

Se hace de noche.

Los niños siguen intentando los juegos de flexibilidad media hora después, jeje.

La música en el otro lado del poblado es tan animada que Balta tiene ganas de ir, pero el hombre que nos recibió primero (que resulta ser el padre de Marta) nos aconseja no ir y dejar la visita al poblado para la mañana, porque están bebiendo mucho y se ponen violentos y con ganas de pelea. Bibiana también nos comenta que con ella los chicos se ponen pesados y la molestan, y por eso no le gusta ir a las fiestas.

Finalmente, tras un rato más hablando, decidimos ir a echar un vistazo.

Están los jóvenes y algunos no tan jóvenes bailando animadamente delante de un televisor conectado a un lector de DVD en el que se ve y se oye un baile de salsa brasileño.

Algunos se acercan a hablar con nosotros, que nos sentamos en un discreto segundo plano.

Uno de los chicos que se nos acerca y se sienta con nosotros me impresiona. No está borracho, y desprende profundidad y fuerza. Me viene a la cabeza constantemente que es como un guerrero hawaiano, tiene la misma cara.
Hablando nos comenta que es hermano de Marta, y que se llama Víctor (N.F). Le pregunto por su nombre Esse-ja, y me dice que le llaman Mototo, que significa motor, porque su madre lo tuvo cerca del motor de un avión, según le entendí.

Hablando descubro que también tiene deseos de salir de allí, igual que su hermana. Me pregunta cómo está en España para trabajar y prosperar. Yo le comento las dificultades que hay actualmente, sobre todo en el sector de la construcción, que es el que más posibilidades ofrecía a los llegados de fuera.

Los otros están borrachos y hablan solo de artes marciales, han visto películas y están emocionados con eso. Me preguntan por Van-Damme, Bruce Lee y Jackie Chan (de este ultimo debo confesar que me gustan sus películas)
Uno dice que quiere encontrar un buen maestro para aprender Moi-Thai, otro quiere aprender karate.
Nos reímos todos un buen rato viendo como Balta instruye a uno de ellos en algunas posiciones, que el otro intenta sin éxito debido al alcohol que llena su cerebro.

Marta está por allí. Habla algo con su hermano. Cuando ella se va, después de hablar un rato, Víctor me dice “mi hermana le ama mucho a usted”.
Empiezo a dudar de su completa comprensión de algunas palabras de nuestro idioma.

Esto me deja en una posición extraña, pero me mantengo tranquilo y con el corazón abierto para recibir y dar, para compartir con este pueblo en lo que sea posible.

Algunos nos tocan las barbas con curiosidad. Balta se contiene mientras uno muy bebido le toca la barba sin consideración.
Me preguntan que si sé bailar. Les contesto que un poco y me sacan a bailar, con Marta. Lo cierto es que parece que les cuesta escuchar la música y seguir el ritmo con sus cuerpos, aunque tal vez sea que ella estaba algo cortada y los otros, bebidos.
Bueno lo cierto es que les divierte la manera en la que bailo.

Después de otro rato hablando, un miembro muy bebido de la comunidad se acerca y nos dice que no deberíamos estar ahí, que nos vayamos del poblado.
Los que están sentados con nosotros nos defienden y le dicen que se vaya a dormir, que ha bebido demasiado. Aunque haya bebido, este incidente nos deja ver que no todos los miembros de la comunidad piensan igual acerca de las personas que vienen de fuera.

Luego otro poco de baile. A Balta no le consiguen convencer para salir a bailar.
Después viene un grupo así como cabreado y apagan la música bruscamente, formando un corro y discutiendo entre ellos. Yo me pregunto si tendrá algo que ver con nosotros.
Recogen la TV y el DVD y lo meten en una de las chozas.
El hermano de Marta se entera de lo que ocurre y nos explica que la mujer que vive en la casa frente a la cual estamos bailando, quiere descansar y que la fiesta se termine o se vaya a otra parte.
Así que ponen la música en otro lugar, no muy alejado, y continúa la fiesta.

Nosotros decidimos irnos para el fuego que habíamos encendido frente a la iglesia, con Marta y su hermano Víctor.
Allí seguimos hablando de algunas cosas, Víctor nos habla de su deseo de estar más preparado físicamente para proteger a los miembros de su pueblo, porque a veces alguno de ellos va al pueblo cercano y les tratan mal, les desprecian o incluso les pegan. Esto me parece muy fuerte...¡SEÑORES, ¿TODAVÍA NO SE HAN ENTERADO DE QUE TODOS SOMOS IGUALES?! ¿SON TAN INSEGUROS QUE NECESITAN DESPRECIAR A OTROS PARA SENTIRSE BIEN?? REVISEN SU CONDUCTA PORQUE LO QUE SIEMBREN SERÁ LO QUE RECOGAN, MULTIPLICADO.

Yo le doy mi opinión de que me parece mucho más importante volver a ser una comunidad unida, dejar de autodestruirse desde dentro, y además adquirir actitudes y conocimientos como para que los demás los consideren como iguales y los respeten. (Obviamente yo sé que son iguales sin necesidad de demostraciones, pero no así los que viven en el pueblo cercano, por lo que parece)

Víctor dice que se va a descansar. Nos quedamos con Marta hablando un poco más. Cerca se oyen gritos y lamentos de algun borracho. Parece que hay alguna trifulca entre ellos.
Marta me pregunta que si la puedo acompañar a su casa. La acompaño y nos sentamos en un banco de madera a la puerta de la choza. Al otro lado de la pared de cañas duermen su madre y su hermana. Se supone que también están su hermano y su padre, pero más tarde aparecen, algo bebidos, procedentes de la fiesta.

Me surgen dudas. ¿qué estará pensando ella? ¿Cuales serán sus intenciones ahora?
¿Tendrá la idea de venirse con nosotros para salir del pueblo?
En mi fuero interno deseo que no tenga esa esperanza, aunque Balta ya le había dicho en el fuego “si te quieres venir con nosotros, yo no tengo ningún problema”

Balta me había contado la historia de dos amigos suyos que habían estado conviviendo con una tribu indígena y se habían tenido que ir sin avisar porque querían casarlos con dos chicas de la tribu.
Aquí me parece muy poco probable una situación tan dramática, pero me viene a la cabeza esa historia.

La actitud de Marta cambia. Me habla cabizbaja, como con mucha timidez. Nada que ver con la muchacha altiva y sonriente que habia entrado en la iglesia horas antes.

A pesar de lo delicado de la situación, o precisamente por lo delicado de la situación, trato de mantenerme sereno y con el corazón lo más abierto posible para escucharla, mientras me cuenta su relación con un chico con el que estuvo un año y medio, y que la “instruyó”, según los preceptos católicos, sobre las actitudes “decentes” en una chica, como no llevar faldas cortas, tener camisas que no enseñen nada, y ese tipo de cosas, dese la perspectiva de lo que Dios quiere y lo que Dios castiga. (Dios ni quiere nada ni castiga nada, solamente ES y Da incondicionalmente)
Escucho con algo de pena que le gustaban mucho las minifaldas y tiró a la basura todas las que tenía.
Empiezo a sospechar la razón de su cambio de actitud. La altiva y libre actitud indígena ha sido aplastada por el monstruo de la duda y el sentimiento de culpa que viene del concepto católico del pecado, en mi opinión uno de los mayores cánceres de la humanidad.

Yo sentía que ella tenía ganas de besarme, aunque sabía que podía equivocarme. Decidí mantenerme en una actitud abierta y no tomar la iniciativa, disfrutar de la conversación.
Yo no sabía qué quería ella, ni hasta donde quería llegar (si es que quería algo)
Además, yo no quería liar las cosas ni crearle falsas esperanzas que luego le puedieran hacer daño, así que la escuchaba con todo el amor del que era capaz.

Finalmente nos besamos, quizas como respuesta a algo que ella estaba deseando y que yo tampoco quise cortar. Nos besamos poco tiempo, y nos despedimos. Yo estaba algo cortado porque no olvidemos que, a menos de un metro, tras unas cañas, dormían (o no) su madre y su hermana.

No estaba muy seguro de lo que aquello había significado, ni de lo que ella sentía. Para mi fue una intensa experiencia que se une a los intensos sentimientos que me hizo vivir aquella tarde con aquella gente. Muy intensos. Me sentí como si nunca en mi vida hubiera convivido con algo tan “REAL”, como si nuestra vida en la “civilización” cobrara de pronto una apariencia ficticia, de valores huecos.

Puedo decir que esta experiencia ha calado profundo en mi Ser.

Dormí en el suelo de cemento de la iglesia, sobre la manta de viaje que me acompaña. Me doy cuenta de que Balta está durmiendo sobre algunas de sus prendas de ropa (que es como dormir sin nada debajo), así que desempaqueto el saco de dormir y se lo pongo al lado por si se despierta y lo quiere usar.

Por la mañana me levanto y veo que Balta está terminando de hacer su mochila, así que intuyo que quiere salir cuanto antes.
Amando como ama la vida simple, libre y natural, sé que le duele mucho ver a estas personas atrapadas con el alcohol, teniendo tantas posibilidades de vivir felices, en convivencia armónica y con alimentos naturales. La tierra es fértil y generosa para cocos, papayas, plátanos, chirimoyas, mangos, y otras muchas frutas deliciosas y llenas de la vida que necesitamos los seres humanos.

Así que nos cargamos las mochilas a la espalda, nos despedimos del pastor, y caminamos hacia la casa de Marta para despedirnos. Veo a una chica fuera de la casa que parece Marta pero actúa como si no nos conociera. “¿Marta?” le digo. “Marta está durmiendo” me responde. Ups. ¡como se parecen!
Me entran dudas... ¿vamos a irnos así, sin más?

Al sonido de las voces Marta se levanta y sale. Me devuelve el Bucio (la caracola para tocar) que le dejé para que durmiera con el. Menos mal, porque no me acordaba de que se lo había dejado. La noche anterior había estado enseñando a los niños a tocarlo y me había sorprendido mucho su gran capacidad pulmonar.

Yo le doy a ella un papel con mis datos de contacto, que su padre me había pedido, y una foto de cuando no tenía barba, que ella me había pedido que le enseñara la noche anterior.
Nos damos la mano (Bibiana y yo) en un gesto improvisado y que parece ficticio. Yo no sé como actuar, estamos rodeados de su familia, Balta espera para irnos. Le digo adiós y nos vamos. Tengo la sensación como de estar huyendo, de que todo lo “REAL” que viví la noche anterior se queda como en un mal sueño si me voy así.
Es una sensación muy extraña que se hace más profunda mientras camino, y me va dejando en un estado meditativo mientras salimos al camino a coger un moto-taxi.

Sigo reflexionando sobre la intensidad y profundidad de la experiencia vivida en aquel pueblo.

La noche anterior, hablando con Víctor y Marta, había tomado conciencia intensamente de la facilidad que tenemos como europeos para viajar, vivir experiencias y conocer otros lugares y culturas, frente a las trabas que se les presentan a otros para lo mismo.
Esto me causa confrontaciones internas, me surgen preguntas, incomprensiones... ¿porqué sucede esto, si todo somos iguales?
Todos, absolutamente todos, merecemos las mismas oportunidades.
Esta es mi visión, que expongo para que cada persona reflexione sobre ello.

Una de las cosas que más me impactó cuando llegué a Londres fué observar racismo en mi. Si, si, racismo. Me dí cuenta de que en España está extendido el ver a otras personas de otras razas como diferentes, por la sencilla razón de que no ha habido tanta convivencia de culturas en la historia reciente, como ocurre en Londres, por ejemplo.

Así que ahora, en medio de la selva tropical Boliviana, puedo afirmar que el racismo se cura viajando y conociendo otras razas y culturas, cuanto más diferentes de la propia mejor.

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